He de confesaros que hay cosas que se me escapan. Ahora resulta que, no sé quienes ni en dónde, han votado para ampliar las horas de trabajo semanales desde las actualmente vigentes, que tampoco sé cuántas son las legalmente legales, hasta las 65 horas. ¿65 horas?, me preguntó a mi mismo delante del espejo, ¿pero tú estás loco o qué?, ¿65 horas?.
Y sí, ¡65 horas semanales!. Gracias a Dios parece ser que la votación ha salido que No, que de 65 horas nada de nada. Que vamos a seguir sudando las mismas horas que sudamos ahora mismo. Pero estoy tan apesadumbradamente apesadumbrado que no sé si alegrarme o cortarme las venas. Y es que me da pánico. Me da pánico sólo de pensar que a alguien se le haya ocurrido tamaña descerebrez. Porque, ¿sabéis qué pasa cuando se acepta siquiera discutir un despropósito de este calibre?. Pues que al final, en un momento de descuido, nos la cuelan por la puerta de atrás.
Luego me he enterado un poco, no mucho la verdad porque todo es muy críptico, y parece ser que esta medida era sólo para situaciones puntuales y no sé cuántas cosas más. Vamos que no era de obligado cumplimiento para todo el tejido laboral, pero fiate del lobo y no corras...
Lo dicho, como los cangrejos.
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