martes, 1 de septiembre de 2009

Para recordar

Ha pasado tanto tiempo que ya no me acordaba de mi contraseña de acceso pero después de estrujar mi memoria he conseguido entrar nuevamente en este nuestro blog. Que lo es.

Reconozco que ha sido mi maldita y sempiterna vaguería la culpable de no haber encontrado nunca durante los últimos meses el ánimo de coger la pluma y escribir cuatro letras. Sólo cuatro. Pero hoy tengo que hacerlo.

¿Que por qué?. Porque se lo merece. Él y muchos como él. Os cuento: hoy a media mañana he recibido la noticia de que había muerto el padre de un amigo de bachillerato. Sí, sí, de bachillerato. Y me ha dado mucha pena. Cuando le he llamado para que supiera que estaba junto a él y para interesarme por cómo había sido, por cómo había pasado tamaña desgracia mi amigo me ha dicho que se había apagado. Que su corazón había ido perdiendo pulsaciones poco a poco hasta que se le había parado. Así, sin ruido. Como era él. Como había sido toda su vida. Tranquilo. Sin molestar. De tapadillo.

Y es que era así. En lo que yo le recuerdo creo que nunca levantó una voz más alta que la otra. Era serio, sí. Pero dentro de un orden. Era muy accesible y de fácil y agradable charla. Un buen día, después de su mucho trabajar se fue con su mujer a Asturias. A descansar. A empezar una nueva vida. A tomarse sus vinitos con sus paisanos. A disfrutar de la paz de aquellas tierras y de sus días de sol y de lluvia. Mi amigo y su hermana eran sus vecinos y yo, cada vez que le preguntaba por cómo estaban sus padres siempre me contestaba más o menos lo mismo. Bien, muy bien. Envejeciendo juntos.

Me hubiera gustado montar a mi mujer en el coche y haber subido hasta allí para hacerle compañía pero, quizá también por vaguería, no lo he hecho. Estoy seguro de que le hubiera gustado pero creo que el adiós de su padre ha sido tan discreto y tan callado que es mejor que no molestemos y lo madure junto con su madre y hermana. No sé si me explico.

Al despedirme le he mandado un fuerte, muy fuerte abrazo para él y un beso mucho pero que mucho más fuerte para su madre y se me ha medio caído una lágrima. Estaba pensando en nuestros padres.

¡Qué pena de vida!