Lo que más me llama la atención de estas fiestas es que durante unos cuantos días todos nos dejamos llevar por eso que algunos llaman buenismo y nos transformamos en unas personas que, aun no siendo radicalmente distintas a las que en realidad somos, intentamos sacar todo lo mejor de nosotros mismos y procuramos olvidar y dar la espalda, aunque solo sea temporalmente, a nuestro lado malo y oscuro.
De esta forma compartimos nuestros décimos de lotería con todos aquellos que se cruzan en nuestro camino, no vaya a ser que nos toque y el desventurado te eche en cara tu falta de memoria por no haberte acordado de él a la hora de repartir los números, saludamos efusiva y amablemente a todas las personas con las que nos topamos en el ascensor o en el bar aunque sea la primera vez que les veamos, mandamos correos electrónicos, con felicitaciones a cual más original, a todas y cada una de las direcciones que tenemos archivadas en nuestras carpetas, hacemos planes, que casi nunca se cumplen, para vernos con este o con aquel familiar o amigo y charlar un rato...
Vamos, que son días de todos somos muy buenos y muy cariñosos, de cuánto te quiero y de a ver cuándo quedamos, de solucionar pequeñas y absurdas tiranteces, en fin, días de abrir paréntesis y de brindis, y de risas y de deseos, pero, ¿y después?, ¿qué poso queda después de estas fechas en las que nos hemos deshecho en múltiples abrazos y parabienes? Pues mucho me temo que nada, que todo volverá a ser igual que al principio, que volveremos a ponernos nuevamente el puñal en la boca y saldremos otra vez a la calle con la pretensión de que nadie nos tosa ni nos pise, y ¡ay de aquél que lo haga!
Y es que, desgraciadamente, esta, y no la otra, es la realidad. La Navidad es solo un quiero y no puedo, un vamos a llevarnos bien durante estas fiestas porque es lo que se lleva, y luego si te he visto no me acuerdo. Pero, aunque esta ficción solo dure unos cuantos días, bendita sea, porque, por lo menos, sirve para que nos hagamos la ilusión de que todos somos buenos y nos queremos un montón.
¡Felices fiestas!
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