domingo, 9 de enero de 2011

Bendita cuesta

El mes de enero, además de ser el primero del año y el mes de las promesas y de las buenas y efímeras intenciones, es, también, el mes de las derrotas, porque, ¿quién de nosotros no se ha juramentado alguna vez el primer día del calendario para adelgazar o para dejar de fumar? Y luego, una vez pasada la euforia y el optimismo de los primeros días, cuando hemos caído en la cuenta de que para conseguir nuestro objetivo nos iba a hacer falta algo más que sangre, sudor y lágrimas, ¿durante cuánto tiempo hemos sido capaces de mantener nuestra palabra antes de darnos por vencidos? Y al final, ¿qué nos queda después de nuestro esfuerzo inútil y baldío? Pues el consuelo de saber que, seguramente, no hemos sido los únicos que hemos tirado la toalla antes de tiempo y que el próximo año volveremos a intentarlo nuevamente.

Pero, además de todo lo dicho anteriormente, hay otras características que definen y marcan perfectamente a este bendito y frío mes de enero, y estas sí que son firmes e irrevocables. Estoy hablando de las subidas de precios generalizadas e irresponsables. Y es que sube todo lo que se nos ocurra: el gas, el agua, la luz, el transporte público... Es igual que haya o no motivo, es como si con la última uva se abriera la veda de un incremento de las tarifas abusivo y dictatorial sobre el que no cabe ninguna posibilidad de queja ni de reclamación, porque el verdadero problema no es que suban los recibos, que lo es, sino el porcentaje del incremento, que, como mínimo, siempre duplica un IPC a todas luces irreal e inservible, cuyo único y exclusivo cometido es el de mantener los salarios, estos sí, dentro de los límites que, según los que mandan, son buenos para la marcha de nuestra economía. Lo que no tengo muy claro es a qué economía se están refiriendo, aunque, no sé por qué, me da a mí que esa "economía nuestra" no es precisamente la del pueblo llano que aguanta estoico e impotente todos estos atropellos.

Y así llegamos al final. Os aconsejo cambiar de piñón e intentar subir esta cuesta con el pelotón y no quedaros descolgados. Ellos, los que lo saben todo, hace ya bastante tiempo que dejaron de pedalear con nosotros y optaron por la comodidad y la tranquilidad del coche escoba. Así nos va.

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