Dicen las crónicas que ayer se reunió el G8 español y es que si ellos, los de fuera, tienen uno de esos pues nosotros también. ¡Faltaría más!. Así es que como por la tarde el que más manda de todos y el de los números recibieron en la casa del primero a los seis banqueros más banqueros de este país.
Había que verlos. Nada de sillones ni demás comodidades. Sólo tres largas y paupérrimas mesas de trabajo, no tenían ni siquiera un miserable cajón, decoraban la sala formando una U. A la izquierda tres malos, a la derecha otros tres igual de malos, en el centro los dos salvadores. Por no haber no había ni botellitas de agua, ni vasos, ni jarrones ni ná de ná. Un montoncito de folios en blanco y un bolígrafo de los de usar y tirar para cada uno y se acabó. ¿No era un reunión de trabajo?. ¿No hay que ahorrar?. Pues eso.
Los malos estaban serios y tenían cara como de incredulidad. ¿Para qué serían esos folios y esos bolígrafos?. No se pensaría el que más manda que ellos, ¡ellos!, iban a tomar notas de lo que se dijera en aquel remedo de tirón de orejas. Al fin y al cabo era de lo que se trataba, ¿no?.
Bueno pues empezó la pantomima. Y mira tú por dónde como un malo cogió un bolígrafo y empezó a escribir como un poseso todo lo que decía el mandamás de los mandamases pues los otros cinco colegas hicieron lo mismo. Hasta el de los números se sumó a la fiesta escribana.
Dicen los de la limpieza que cuando fueron a retirar las mesas los montoncitos de folios seguían en su sitio. Y como la curiosidad es un pecado venial y el ansia de saber es infinita en vosotros os voy a contar lo que dicen los currantes que había escrito en ellos.
En el primer montoncito ponía cienes y cienes de veces: "A palabras necias oídos sordos"
En el segundo: "Tengo que ser bueno y prestar dinero", "Tengo que ser bueno y..."
En el tercero: "Una que te doy, dos que te quito y tres que te meto, Aniceto", "Una que te doy..."
En el cuarto: "Hoy te presto menos que ayer y más que mañana", "Hoy te presto..."
En el quinto: "Por un oído me entra y por el otro me sale", "Por un oído me entra..."
Y en el sexto se podía leer otras cienes y cienes de veces: "Hoy no se fía, mañana sí", "Hoy no se fía..."
Lo malo no es eso, lo malo es que el numerario, el de los números, también se había dejado olvidado sus folios encima de la mesa. ¿Que qué había escrito en ellos?. Dicen los chivatos que no había ninguna palabra sólo la tabla del nueve repetida hasta en los cantos, pero yo, sinceramente, no me lo creo.
¡Ah!, de los bolígrafos no quedó ni uno.
Ha sido un poco largo pero ¿a que ha merecido la pena?
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